48°51′30″N 2°17′39″E,
309,63 metros sobre el nivel del mar, 2º C, 74% de humedad, viento suave. Luz
crepuscular en el ocaso de dos corazones congelados. Una pléyade de luces se
encienden en el horizonte del alma, crepitando en el hielo sobre fondo
citadino.
Él : ¡Mira!
Ella: Es bonito ¿verdad?
Él: Es como ir en avioneta, ya te lo dije. Esa es la
diferencia con otras torres del mundo. ¿No te parece mágico?
Ella:¡¿y por qué no me trajiste antes?! Con todas las
veces que venías...
Él: Ya sabes que siempre que he venido ha sido por
trabajo.
Ella: No te esfuerces. De todas formas lo has vuelto
a hacer. Siempre has sabido engatusarme.
Él: Y ya verás esta noche. He reservado en uno de los
mejores restaurantes de la ciudad.
Ella: Que pena que te hayas esforzado tanto.
Él: Pero he cumplido mi promesa, al final.
Ella: Siempre tarde. Creo que París no tiene nada que
decirme, está lleno de turistas y yo me siento una tonta más. Ya no me siento
especial. Nosotros... nosotros ya no tenemos magia, ni edad. Por lo menos tú lo
encuentras mágico. Te envidio. Al menos uno de los dos aprovecha siempre el
precio del billete.
Él: ¡Nunca es tarde! Odio tu cinismo. Tampoco querías
ir al Taj Majal de joven y parece que te dejaste allí el corazón.
Ella: Antes tenía gracia, hace 20 años. Anda, vámonos,
empieza a hacer frío.
Él: ¿Y ya está?¿Esto es todo?
Ella: No te quejes, si por mí fuera te hubiera pedido
el divorcio hace 10 años.
Él tiene un extraño arrebato, se acerca teatralmente a la
verja de protección y dice:
Él: ¡Me voy a tirar!
Ella: No tienes valor. Nunca lo has tenido. Como
siempre que te necesitaba y tú estabas cazando luciérnagas en Marte. ¡Me voy!
Él: ¡Te juro que me tiro!
Ella: No seas melodramático, anda. Además, le vas a
amargar la visita a estos simpáticos turistas. ¿Quieres dejar de hacer el
tonto? Estás montando una escena. Ven aquí.
Él: No me crees ¿verdad?
Ella: Te creí al principio. Te creí al principio y
con los años me di cuenta de que vivías en un cuento de hadas. Ha sido la gran
decepción, pero si te halaga, te diré que el gesto me ha parecido muy romántico
y teatral. Épico. Muy tuyo.
Él: La épica... Un farol. Hubieran hecho falta 45
minutos y un soplete para abrir un hueco en la reja.
Ella esboza una sonrisa de colegiala y baja la cabeza. Sin
mediar palabra se dirige a la cola del ascensor. Él la sigue y se reencuentran
a la puerta del elevador, rodeados de turistas japoneses que invaden su espacio
vital, restando intimidad a la escena. Sin embargo, ella mirando a otro lado,
él la mira a ella durante un instante y prosigue en tono desenfadado:
Él: Tienes razón, esto está infestado de turistas. Ya
me ha pisado tres veces el mismo japonés que luego siempre me mira, sonríe como
un bobo y en un pésimo francés de imitación me dice "paldón".
A ella se le escapa una breve carcajada, volviendo su rostro
a una relajada seriedad tras cruzarse sus miradas. Por un instante, el tiempo se
congela y pasan 20 años por sus retinas.
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27°10′27″N 78°02′32″E 19 ºC, humedad 39%, leve brisa. El
calor del día comienza a amainar. La juventud lo aguanta todo.
Él: Corre!
Ella: ¡Ya voy, espérame!
Él: ¿No son increíbles estos jardines? ¿No es
increíble lo que construye el amor?
Ella: Pero esto es un mausoleo, lo ha dicho el guía.
Él: Tienes que abrirte más. ¡Mira!
Ella (se gira, contemplando la espectacular vista): ¡Wow!
Él: No me digas que no es maravilloso.
Ella: Sí. Tenías razón. El viaje ha sido toda una
aventura, pero al final ha merecido la pena. Eres un romántico, ¿sabes?
Él: Conmigo no te aburrirás nunca, te lo prometo.
Ella: Pero no te pienses que me he olvidado de París,
¿eh?
Él: ¡No seas pequeñoburguesa! Tienes que abrirte,
cierra los ojos, ¡respira!
Ella: ¡Vale, vale! Cómo eres. Pero me tienes que
llevar.
Él: ¡Claro! Ya iremos cuando seamos mayores y
tengamos dinero.
Ella: Y tú tengas barriga.
Él: Y tú seas mamá de tres niños.
Ella: ¡Qué horror!, ¡para! Qué tonto.
Él: ¿Los tendrías conmigo, Rottenmeyer?
Ella: ¡No soy ninguna Rottenmeyer tonto! Anda llévame al hotel, parece que refresca.
Él: Con lo que has despotricado del hotel.
Ella: ¿Sabes una cosa?, creo que el hotel no está tan
mal. Al fin y al cabo, venimos a la aventura. Además me han regalado caramelos.
Eres mi aventura.
Él: ¡Oooh! Por fin algo romántico. Ya verás esta
noche. Te voy a llevar al Kilimanharo.
Ella: Pero no al de verdad ¿vale?, con esta aventura
este mes es más que suficiente. Estoy llena de agujetas.
Él: ¡Jajaja!
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Primera planta de la torre, gentío y flashes, restaurantes,
lloviznea lateralmente.
Él: ¿Aquí se acaba todo entonces?
Ella: El último viaje, la última oportunidad. Te lo
dije bien claro en casa, pero eres un iluso.
Él: En el fondo todo esto es...
Ella: Es tú y yo. Hace muchos años me dijiste...
ahora no recuerdo donde fue. Creo que en Mongolia; "te prometo que conmigo
no te aburrirás nunca" o algo así. Pues era verdad. Demasiada aventura
para mí sola. Como en Nueva York, sola, con dos niños, un aborto y buscándome
la vida mientras el señor estaba en un rascacielos con secretaria hasta las
tantas.
Él: Trabajando. Mucho. Y lo sabes.
Ella: ¿Crees que no lo sé?
Él: ¿Crees que no sé que he sido un mal padre y un
esposo nefasto?
Ella: Y un infantil.
Él (la mira con sinceridad): Y un infantil.
Se hace un instante de silencio.
Él: Pensé que te gustaba Nueva York más que a mí.
Ella: Y me gustó, pero ese
es el problema. No te odio, ni te deseo mal. Simplemente tú siempre has sido
más París y yo más Nueva York. Tous les oisseaxs du point du
jour...
Él: ...chantent l´amour.
Ella: ¿Lo ves? Pero París no es en
blanco y negro. No para mí.
En ese momento una tropa de turistas pasa por enmedio y se
coloca para foto. Alguien le pide a él, "photo please" y él se
apresta. La escena típicamente turística concluye feliz y simpática en fotoarte,
siempre con la perspectiva bohemia de él. Un turista se despide con un "so nice photo, thank you!"
Ambos protagonistas se vuelven a juntar:
Él: Escúchame por un momento, no habrá más promesas incumplidas. Te he
traído aquí y no ha funcionado. No hay más trucos de magia, ni arco iris, ni
puestas de sol sobre el pacífico, ni flores, ni circo de espejos. Sólo te
propongo un pacto.
Ella: ¿Un pacto?
Él: Si nos divorciamos... yo sé que soy un desastre
sin ti pero ¿y tú? ¿Qué crees que pasará? Seguramente piensas que darás
carpetazo al error que cometiste hace 20 años y que empezarás a vivir pero, de
verdad, piénsalo. Ya no tenemos 20 años. Además, ligar no se te da bien, no soportas a la familia y
tampoco eres de salir por ahí con amigas.
Ella: ¿Me estás llamando vieja y aburrida?
Él: Para mí siempre serás esa delicada flor de
invernadero.
Ella: Embaucadoor...
Él: Mira las cosas buenas. Los niños ya no están y me
prejubilan el mes que viene. Ya hemos hecho todo y hemos dado un par de vueltas
al mundo. No te ofrezco mucho más de lo que hay, pero por lo menos te prometo
sólo una cosa.
Ella: Has dicho que no habría más promesas.
Él: Te prometo que no te prometeré nunca nada más.
Pon tú las reglas.
Ella: Pues yo tampoco te puedo prometer nada, pero quizá
tengas razón. Por primera vez en tu vida parece que hablas con algo de
sensatez. Déjame que lo piense, no me agobies, ¿de acuerdo?
Él: De acuerdo.
Ella: Pues anda, llévame al hotel. Estoy cansada y esta
conversación me agota.
Él: Pero la reserva, el restaurante...
Ella le mira con cara de asesina.
Él: Vale, vale. Lo anulo y pedimos algo al room service.
Ella: Eso. Si quieres vemos una película. Espero que
no todos los canales sean en francés.
Él: Te quiero.
Ella: Ibas bien, no empieces.
Él: Bueno, pues te llevo.
Ella: Llévame a casa.
Mr. X a 15/04/2015.
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