Encerrado en el búnker de la derrota, esperando un verano
que ya no llegará a tiempo, mi estado febril me hace trascender irrealmente. Mi
desesperanza me promueve entre los rabiosos seres de la oscuridad que me
golpean brutalmente, dejándome yacer en el frío suelo de la mente. Moribundo, me
conformo en el regocijo morboso de contar siluetas grisáceas resaltadas en la
negra oscuridad. Me debato entre la muerte y la muerte, entre el gris y el
negro, oyendo el silbido de los obuses de la conciencia caer sobre mi
biblioteca, que arde sin valor mientras la fría lluvia del alma me hace
enfebrecer más. Despierto en la trinchera sosteniendo mi arma descargada, que
ahora no es más que un trozo de metal inservible y vuelvo a sentir la onda
expansiva de un nuevo obús que no me ha dado ni la oportunidad de bien despertar,
en la masacre del alma. Lentamente recupero la consciencia, esta vez tiritando en la penumbra
de mi habitación, y una gris silueta me proporciona un comprimido que nunca
antes había tomado. La imagen se vuelve nítida y contemplo a mi yo con la
sonrisa malévola de quien ofrece una pastilla envenenada. Vuelvo a despertar en
lo peor de mi pasado, asesino a la virgen, soy asaeteado por el elenco de mi
función, las hienas me devoran. Despierto ahora en mi celda, me incorporo más
herido, enfermo, viejo y abatido que nunca. Me levanto, empiezo a arañar las
paredes de mi cabeza con mis ensangrentadas uñas. Ya no lucho por la gloria, ni
por ganar. Lucho por seguir vivo o por prolongar la agonía, aunque quizá sean tan
sólo mis instintos los que luchan por mí.
Despierto en el búnker de la derrota, yaciendo moribundo en
el frío suelo encharcado en sangre. Los obuses cada vez más cerca. Vuelvo a
despertar de entre los muertos en un foso de campaña. La lluvia ácida me abrasa
la cara. Y otra vez despierto empapado en sudores fríos, desfallezco, vuelvo a
despertar en mi infancia cayendo desde 1.000 metros de altura, haciéndose
añicos mi porcelana. Me levanto en mi estrecho zulo y escarbo con más furia.
Despierto entre los escombros del abatido búnker. Resucito
de entre los muertos escarbando a través del barro y consigo emerger a la
superficie de la conciencia. La lluvia de napalm me abrasa. Despierto inane en
mi habitación. Me vuelvo a despertar y veo la luna mucho más lejos que hace mil
años. Me levanto en el pozo y acaricio la pared sin fuerza. Esto parece no
tener fin.
Despierto en el barro, alargo la mano hacia el claro del
bosque e intento atrapar la tenue luz del sueño de ayer.
Mr. X Inconcluso.
18/11/2014.
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