martes, 18 de noviembre de 2014

Vudú.

Encerrado en el búnker de la derrota, esperando un verano que ya no llegará a tiempo, mi estado febril me hace trascender irrealmente. Mi desesperanza me promueve entre los rabiosos seres de la oscuridad que me golpean brutalmente, dejándome yacer en el frío suelo de la mente. Moribundo, me conformo en el regocijo morboso de contar siluetas grisáceas resaltadas en la negra oscuridad. Me debato entre la muerte y la muerte, entre el gris y el negro, oyendo el silbido de los obuses de la conciencia caer sobre mi biblioteca, que arde sin valor mientras la fría lluvia del alma me hace enfebrecer más. Despierto en la trinchera sosteniendo mi arma descargada, que ahora no es más que un trozo de metal inservible y vuelvo a sentir la onda expansiva de un nuevo obús que no me ha dado ni la oportunidad de bien despertar, en la masacre del alma. Lentamente recupero la consciencia, esta vez tiritando en la penumbra de mi habitación, y una gris silueta me proporciona un comprimido que nunca antes había tomado. La imagen se vuelve nítida y contemplo a mi yo con la sonrisa malévola de quien ofrece una pastilla envenenada. Vuelvo a despertar en lo peor de mi pasado, asesino a la virgen, soy asaeteado por el elenco de mi función, las hienas me devoran. Despierto ahora en mi celda, me incorporo más herido, enfermo, viejo y abatido que nunca. Me levanto, empiezo a arañar las paredes de mi cabeza con mis ensangrentadas uñas. Ya no lucho por la gloria, ni por ganar. Lucho por seguir vivo o por prolongar la agonía, aunque quizá sean tan sólo mis instintos los que luchan por mí.

Despierto en el búnker de la derrota, yaciendo moribundo en el frío suelo encharcado en sangre. Los obuses cada vez más cerca. Vuelvo a despertar de entre los muertos en un foso de campaña. La lluvia ácida me abrasa la cara. Y otra vez despierto empapado en sudores fríos, desfallezco, vuelvo a despertar en mi infancia cayendo desde 1.000 metros de altura, haciéndose añicos mi porcelana. Me levanto en mi estrecho zulo y escarbo con más furia.

Despierto entre los escombros del abatido búnker. Resucito de entre los muertos escarbando a través del barro y consigo emerger a la superficie de la conciencia. La lluvia de napalm me abrasa. Despierto inane en mi habitación. Me vuelvo a despertar y veo la luna mucho más lejos que hace mil años. Me levanto en el pozo y acaricio la pared sin fuerza. Esto parece no tener fin.

Despierto en el barro, alargo la mano hacia el claro del bosque e intento atrapar la tenue luz del sueño de ayer.

Mr. X Inconcluso.
18/11/2014.



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