miércoles, 15 de octubre de 2014

El último voyeur:

La vida de los otros a veces da pena, la vida de los otros a veces da gloria. En una semana puedes acudir a dos bodas y un entierro, ayudar a una mudanza, escuchar el latido de una nueva vida, dar el pésame ante una vela que se apaga. Parecen películas ya vividas, escenas ya interpretadas, copiadas. Sin embargo, hay algo nuevo en cada escena. Es como ir al teatro a ver el debut de un actor al que conoces personalmente. Lo ves y lo sientes diferente. Con el paso del tiempo, la rueda va girando, las bodas se van acabando, los nacimientos escasean, el reloj biológico atardece y los hijos se convierten en sus padres. Las últimas bodas conmueven menos, las recientes exequias impactan más y la función en cada casa termina antes a cada día que pasa. Aún vendrán las decepciones, los desengaños, las escenas de casa y esa cotidianidad que siempre desmerece un recuerdo en DVD.

No me impacta en exceso el boato y la ceremonia. No llego a comprender bien la lágrima de emoción contenida en una boda ni el llanto desgarrado en un tanatorio, pero lo intento todas las veces. Sólo me sorprende, lo reconozco, el desfile de la vida, de las vidas de los otros, sin querer jamás para mí esos rituales convencionales que en el fondo aborrezco. Por eso cuando pierda emoción el relato de mis conocidos, no me importará sentarme en el banco del parque y observar las vidas de los desconocidos mientras doy comida a las palomas, con la misma cara de incomprensión y ajenidad, pero con la misma expresión de sorpresa.

Por eso, si alguna vez te toca ir al velatorio de una novia cadáver, antes de ejecutar tu escena, busca un bouquet de flores muertas sobre la urna y sonríele a la cámara que hay dentro. Podría ser yo ;)


Mr. X. Eso no me lo pierdo.

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