lunes, 4 de noviembre de 2013

La inevitable soledad de un hombre armado. Capítulo 17

Como cabía esperar el viaje ha sido un desastre. Mi padre, esa figura de ego desproporcionado y carácter de tsunami, fuerte, decidido, duro, en una cama postrado. Suave, dulce, amable, cariñoso; mentira. Es difícil describir lo que he sentido viendo a mi madre cuidar a ese ser despreciable. Como un niño indefenso, con un profundo ataque de amnesia, obviando una vida de maltrato y penurias. Pero yo no. Yo me he limitado a saludar y salir de esa apestosa habitación en la que pretende expiar sus pecados. Me dan ganas de vomitar. Como prometí, con mi madre he sido un hijo modélico. Incluso le he hecho creer que he perdonado al hombre que la usó como un trozo de carne. Le he dicho que tengo que ir a otra ciudad a trabajar, que durante un tiempo estaré incomunicado pero que puede seguir enviando mensajes, que siempre encuentro un hueco para leerlos. Le he contado que estoy con Carla. Que soy feliz. Y que pretendo que siga siendo así toda la vida. Se ha puesto a llorar. Me ha dado un beso. Me he ido con pena en el corazón. 

No hay comentarios: