sábado, 1 de diciembre de 2012

Capítulo 3: La aldea de las almas torturadas

Capítulo 3

La aldea de las almas torturadas

Tan solo medio día de camino después, la extraña pareja llegó a una pequeña aldea al lomo de una gigantesca montaña. Decenas de casas de barro y madera, calles estrechas y una plaza central adornada con un gran árbol en el centro. Un árbol tan retorcido como viejo. Sus raíces sin vida habían crecido por debajo de las maderas que antaño habían decorado la plaza, levantándolas sin un orden aparente, creando un macabro mosaico de destrucción. No se veía ni oía nada, solo el viento susurrante entre los rincones. Zacarías y El hombre Pollo pasearon inquietos esperando algún signo de vida. Pero fue en vano. La aldea estaba desierta. Decidieron entrar en una de las casas en busca de víveres y así poder continuar su camino.
El hombre Pollo derribó la puerta de una patada. La madera estaba podrida y saltaron miles de astillas. La luz inundó la estancia, el polvo acumulado en el aire acentuaba los rayos de sol dejando ver millones de corpúsculos luminosos. No había rastro de vida.
Centraron la búsqueda en encontrar algo para comer. Pero pronto descubrieron que el lugar estaba abandonado desde hacía demasiado tiempo.

Lo único que encontraron fue una nota enganchada en una pared que decía:

He visto más de cien palomas volar sobre mi cabeza. He superado el miedo a cagar en el aeropuerto. He atado cerdos a farolas a medianoche. He partido nueces con mi ego. He visto como el terror me hacía una reverencia. He tejido una red con nubes de fresa. He cazado bisontes de terciopelo con lanzas de fuego. He arrasado campos de minas con un soplido. He comprado mi alma a Lucifer por un puñado de dólares. He revisado la cuenta con un monóculo de color azul. He creado una coraza con un trozo de cartón pluma. He dibujado una boa constrictor comiendose un albatros.

Un texto sin sentido aparente siempre es un misterio a resolver. Y en Mundo freak eso es sinónimo de una nueva aventura. Eso fue precisamente lo que pensó Zacarías. Y se guardó el papel en su bolsa de viaje. Ahora no tenían tiempo de sentarse a pensar, se hacía de noche y lo único importante era encontrar algo que llevarse a la boca. Y no era ese el único problema de nuestros protagonistas; la temperatura había bajado peligrosamente a medida que se escondía el sol. A la vez que alimento, un buen cobijo donde dormir era necesario.

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