miércoles, 23 de octubre de 2013

La inevitable soledad de un hombre armado. Capítulo 12

Existen tres tipos de personas. Bueno, hay muchos más, pero me centraré sólo en estos tres. 
Aquellos que no están de acuerdo con las normas y no sólo no están dispuestos a seguirlas, sino que quieren cambiarlas; después están los que son felices con las normas, con seguir en lugar de liderar, los que no se molestan en pensar y siguen poco a poco el camino marcado; y después, están, para mi, los peores, aquellos que no están de acuerdo con las normas, que odian el camino fijado y les amarga profundamente seguirlo; pero se callan, de callan como ratas y se marchitan y se vuelven grises. Se envuelven en un manto de agresividad, de tristeza, siempre enfadados, siempre a la defensiva. Este tipo de personas es el que hace que todo vaya mal, cada vez más egoístas pensando en el: yo paso, no me meto, que se joda, suficiente tengo yo con lo mío...
Así era yo. Un pobre peón, una oveja más que un día se cansó de que la esquilaran. Que al separarse del rebaño tuvo sus días de dudas y locura, pero que finalmente cambió la piel por una de lobo. Y sobrevivió alimentándose de su propio miedo. Ahora espero acechando otro tipo de víctimas. Aquellas que tiñen el mundo de mierda. Las que aún no han despertado de su pesadilla. Esas, lo pagarán. Ya lo creo que lo pagarán. 

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