viernes, 16 de noviembre de 2012

La Bohême

Echo de menos cuando eramos bohemios. Cuando eramos bohemios y las noches eran líquidas. Cuando liquidábamos cuentas en francés con gente impresentable que regentaba los peores antros y nos robaba el producto de nuestros nervios.

Echo de menos cuando hablábamos de todo y nada, nadando en una piscina de pedantería mientras nos bombardeaban con cargas de profundidad de 15 años.

Echo de menos la versión original empeorada de nuestras vidas, analógica, meritoria sin filtro de color; única, improvisada, pueril.

Echo de menos el niño que se soñaba hombre, vistiendo la piel del diablo a cada sábado, a cada jueves, a cada concierto, a cada whisky, a cada gota de sudor. Y llegaba al trabajo, al otro, al intrascendente, al diurno, resacoso, quizá todavía borracho.

Ahora que todo se esfumó, queda el alcohol sin nervios, las conversaciones sinceras sin arabescos, las oficinas vacías, los bares sin épica, las discotecas envejecidas, los amigos sin delirios, la frivolidad sin preocupaciones y el hartazgo por haberse repensado demasiado, pero echo de menos lo que antes echaba de más.

Mr.X. Échale guindas al pavo.


No hay comentarios: