viernes, 18 de julio de 2008

Quiero escribir:

Quiero escribir algo, pero no sé el qué. Me dice Kitt antes de salir del Messenger, que escriba de algo sobre lo que podamos debatir.

Creo que nunca hemos hablado de la soledad y se me hace extraño, pues pasamos gran parte de nuestra vida solos pero imbuidos en la ficción de una falsa compañía.

Nuestros padres aparentemente nos acompañan cuando somos “chinorris”. Tenemos amigos que supuestamente darían la vida por nosotros. Luego se supone que nos casamos con alguien y vivimos siempre juntos. Tenemos hijos y morimos rodeados de personas que nos aman y de perdices que comemos pero, ¿no serán todo tópicos que raramente se cumplen?

Seamos realistas: En la práctica, nuestros padres nunca estuvieron lo suficiente ahí, porque papá curraba muchas horas y estaba siempre de viaje, mientras que mamá se ocupaba en no mimarnos demasiado para darnos a entender que no va a vivir para siempre (y además, también curra).
Los amigos… muy pocos pueden decir que aún conservan buenos amigos. Conozco casos de grupos que han sobrevivido a la adolescencia y me alegro por ello, pero no puedo decir que sea mi caso. Nos alejamos unos de otros porque empezamos a vernos defectos que, por otra parte, siempre estuvieron ahí, por no hablar de las traiciones y de las frecuentes decepciones.
La pareja…. ¿Qué decir de ese gran mito? Llámalo matrimonio, llámalo arrejuntarse. Sea como sea, no es lo mismo convivir con alguien un tiempo que tener la certeza de que ese alguien va a estar ahí toda la vida y, lo que es peor, pensar que nosotros somos los que no vamos a estar ahí. La gente pone cuernos, no se soporta o simplemente, se muere antes que nosotros.
Según todo lo anterior, sólo podríamos confiar en nuestros hijos pero ellos también trabajan, también se casan, tienen sus hijos y no tienen ni tiempo ni dinero por lo que nos meterán en un geriátrico no por maldad, sino simplemente porque no se pueden ocupar de nosotros.

El final de una vida puede ser muy injusto. Recientemente han vuelto a aparecer casos de geriátricos donde los viejales son maltratados incluso en centros privados, después de toda una vida trabajando para acabar así. Ya pueden haber sido barrenderos o ingenieros. No interesa. El final es el mismo y no hay clasismo que valga.

Es cierto que todo lo anterior ni siempre se cumple en todos los casos. Hay personas afortunadas que pueden decir que tienen un hueco en la foto de familia y un lugar donde caerse muertos. Sin embargo, considero que lo que predomina durante nuestras vidas de un modo generalizado y extendido es la soledad. Puedes tener con quien conversar, un hombro en el que llorar o una mano que te seque el sudor cuando estás en la cama de un hospital, pero la mayoría de cosas importantes en la vida las pasamos totalmente solos. Solos “ante el peligro”. Nos pueden intentar aliviar el dolor pero éste, a fin de cuentas, lo pasamos nosotros y nadie se puede poner en nuestra piel. Al final creo que prefiero que me pille lo que tenga que ser en un hospital público porque aunque no te mimen, te tienen que sanar o que aliviar haciendo uso de sus conocimientos y sus medios porque, a fin de cuentas, ya has pagado por el servicio y no hay nada que obligue más que el dinero.

En fin. Todo esto no es sino la manera terapéutica que he encontrado para lidiar con un problema que va a estar siempre ahí.

Espero que seáis creyentes.

Mr.X. Ya te he dicho que “ya veremos”.

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