sábado, 3 de mayo de 2008

Variaciones sobre lo mismo: La autopista:

Mi vida: Una autopista. Mi cabeza: un coche cerrado circulando cada vez a mayor velocidad. Ya no espero encontrar a nadie en el camino. Hay otros coches, sí, coches tan herméticos como el mío. Saludo al resto de los conductores, incluso puedo abrir la ventana y hablar con ellos, pero nada más. Finjo una complicidad imposible. Ellos saben y yo sé que estamos en el mismo camino, pero eso no nos convierte en familia.
Todo parece bajo control, todo parece predestinado. El itinerario es continuo, es una naturaleza dominada por el hombre. Una autopista bien delimitada, vallada en sus lindes, drenada cuando llueve, señalizada en todo momento, controlada por videocámaras. Todo es perfecto.
Mi máquina es perfecta también. La temperatura está climatizada, la estabilidad estabilizada, el motor chequeado, la melancolía hipnotizada.
Mi única compañía es una voz, varias voces, miles de voces en la radio. Cuando no las quiero escuchar porque no me gusta lo que me dicen, las apago. A veces la música me da señales. Me cuenta las historias de otras vidas parecidas con la mía. Otras vidas atrapadas en otras autopistas como ésta. Nadie se escapa. Algunos valientes saltan en marcha del coche, pero eso no les garantiza sobrevivir para ver el paraíso. Un paraíso demasiado idílico como para ser real.
El miedo me hace mantenerme alerta y no perder el control del vehículo. De día es más fácil pero de noche se hace duro, muy duro. Soy mi único conductor, no tengo copiloto a quien dejarle los mandos. Confío plenamente en mi máquina, confío plenamente en la autopista que tan bien trazada y ejecutada parece y confío en las otras máquinas pero no puedo confiar en los otros conductores. Es triste que la mejor compañía de un hombre sean las máquinas que le sirven. Sólo piden un poco de energía y servirán con obediencia ciega a su amo. Quizá el futuro sea más de ellas que de nosotros. Son blancas e inocentes y nunca dañan si uno no se lo pide. Hemos creado seres perfectos pero nos resistimos a que nos sucedan.
A veces, parece que consigo sentir la presencia de alguien más dentro del vehículo, pero unos minutos de reflexión racional me devuelven a la realidad de mi soledad. Sin embargo, en ciertas ocasiones intento evitar esas racionalidades y me dejo llevar por el espejismo de un viaje acompañado. Sería bello que al final fuese así, pero no puedo confiar en esas hipótesis con fe ciega.
Con todas esas tristes certezas, con mucho tiempo para pensar y con algunas alegrías que da el camino, sólo me queda una cosa:

Subir la música y…

…ACELERAR!

A-5 a 3 de Mayo de 2.008.

Mr.XDI 110.

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