Otoño de 1.985, Pla de Palau, Barcelona. Una noche
cualquiera. La esfera parcialmente oscurecida del gran reloj averiado, marca
las 10:04 desde hace años. Tres niños rezagados se han quedado jugando en la
plaza. Una ligera niebla se va cerniendo sobre la ciudad gris.
-Manolito: ¡Dejadme jugar, anda!
-Arturito: Vale, pero te pones de portero.
-Manolito: ¡Jooo! Pero ¿por quéeee?!
-Andresín: Por capullo, básicamente.
-Manolito: Pero sólo un rato, ¿vale?
-Arturito: Que síii, ¡pesao! Tú ponte.
En ese preciso momento, tres atronadoras explosiones de luz
blanca dispersan a los protagonistas en un radio de varios metros por efecto de
la onda expansiva. Un vehículo a gran velocidad irrumpe salido de la nada, dejando
dos regueros de fuego a su paso y estampándose al fin unos metros más adelante
contra unos cubos de basura.
Los tres protagonistas boquiabiertos, se miran y sin dudarlo
echan a correr en dirección al extraño vehículo. Llegan atropelladamente pero
se frenan a un par de metros por el lógico temor a lo desconocido. Manolito se
atreve a acercarse agazapado, extiende la mano y con el dedo índice toca el
metal congelado del vehículo, dando un brinco hacia atrás.
-Arturito: ¿Qué pasa, miedica? ¿Da corriente??
-Manolito: No.
-Andresín: ¿quema?.
-Manolito (pálido): Está frío.
En este momento se abre la puerta en ala de gaviota y un pie
se posa sobre sobre el humeante asfalto. Al instante, se incorpora vigorosa una
figura humana alta, cubierta con un gabán dorado. Canosa cabeza de viejo, la piel
tersa de un hombre joven y unas gafas lisas y plateadas esconden sus ojos. Se
levanta las gafas, dejando ver dos ojos como platos, clavando su mirada en los
críos. Estos se asuntan y rebotan hacia atrás.
-Doc: ¿Sois de aquí?
-Arturito: ¿Qué?
El extravagante hombre empieza entonces a moverse rápido,
abriendo y cerrando puertas, entrando y saliendo del coche, tocando botones,
golpeando cajas y circuitos, como si no hubiera escuchado la pregunta de
Arturito.
Los chicos empiezan a hablar entre ellos.
-Arturito: ¡Jó macho!
-Manolito: ¡Hey tíos, como en la peli esa del futuro!
-Andresito: ¡Que dices, tío!
-Manolito: ¡Sí, es el Delorean ese!
-Arturito: Eso no existe, pringao. Es una peli, ¿no te das
cuenta? Además se dice Delorian, con i.
-Manolito: Pues noo, LISTO. Que lo he visto escrito con e y
se pronuncia con e.
-Doc: ¡Silencio! No tenemos tiempo.
-Manolito: ¿Vienes del futuro?
-Doc (con misterio dice): Sí. Vengo… ¡de 1.985!
-Andresín (descreído): Pero si estamos en 1.985.
Doc mira el reloj de su muñeca y acto seguido mira el reloj
de la plaza. Con cara de susto, aspira como si le faltase el oxígeno, se gira y aprisa abre
la tapa de un extraño artilugio blanco montado sobre el portón trasero.
-Doc: Vengo de 1.985, pero del falso 1.985 ¿comprendéis? Lo
que pasa que no me he cambiado la ropa porque sólo he dejado a Martin. ¿Tenéis
latas de cerveza o algo? Si queda algo de cerveza dentro, mejor.
-Manolito: ¡Claro, como en la peli! Son para el convertidor
de plasma, ¿verdad?
-Doc (extrañado): Son para mi resaca. Me irían bien dos
dedos de cerveza aunque sea caliente. ¿Convertidor de plasma?, ¿qué diablos es
eso?, Críos…
-Arturito: ¡Wow! Es verdad. ¿Cómo es el futuro?,¿Puedo ir
con usted? Podría dejarme allí en la base lunar o en el Enterprise.
-Doc: ¿Qué?... ¡Rápido, necesito colillas!
-Andresín: ¿fuma usted colillas? Puaj, ¡que aasco!
-Doc: Son para la unidad de gasógeno.
-Arturito: ¿Gasógeno?
-Doc: Después de la crisis de 2007, la economía fue
degradándose, en China se vendieron muchos coches y en 2.030 ya no hay petróleo
para todos.
-Andresín: No sé qué es pero ¡mooola!
-Arturito: ¡Queremos ir con usted!
-Manolito: ¡Sí, LLÉVENOS! Quiero ir al espacio, comprarme un
aeropatín y un robot.
-Doc: ¿De cocina? ¿No eres muy pequeño para cocinar?. Hummm…Lo
del patín podría ser. Ahora hay unos en línea… ¡Olvidadlo, no puede ser! ¡Es
muy peligroso!
-Andresín: ¿Es por la radiación?
-Doc: ¿Fukushima?, ¿Peces con tres ojos? Nah… Escuchad: No
tenemos plataformas en La Luna ni en Marte, ni comemos con pastillas, pero
tenemos internet, wifi, pantallas táctiles, coches híbridos y unos GinTonics de
premio. Ya veréis, el futuro es genial.
-Andresín (con cara de asco): ¿En serio?
-Doc: Está bien chicos. Puede venir pero sólo uno de
vosotros y no podrá salir del coche. Si tocaseis algo accidentalmente, podríais
producir una paradoja en el continuo espacio tiempo que destruyese el universo.
O eso o acabar con mi bar de Gins favorito.
-Manolito: ¿El futuro es así como ha dicho?
-Doc: ¡Claaro! Hay cosas fascinantes: Teléfonos móviles,
rayos X en los aeropuertos, comida basura más basura, hoteles con Spa y seguimos
teniendo Seguridad Social, aunque el Ministro ha dicho que por poco tiempo.
-Manolito: ¿Sabe qué? Déjelo. Creo que el futuro no mola
tanto.
-Doc: Y vosotros, ¿qué decís?
-Andresín: Creo que paso.
-Arturito: Sí tío, ¡pírate! No molas nada.
En ese momento, un chirrido mecánico va cobrando intensidad a
la par que a unos metros va apareciendo lentamente un extraño artilugio propio
de la imaginería futurista tardodecimonónica, ocupado por un personaje que
parece salido de un cuento de Dickens.
-H.G.Wells:
¡Hey, Doctor, has perdido! Nunca debías haber intentado emularme.
-Doc: ¡No tan rápido, Herbie! ¡Te recomiendo que te des una
vuelta por el pasado! He hecho unos cambios en tu vida. Nunca inventaste esa máquina. Te quedaste en escritor.
En ese momento, una cabina azul envuelta en más ruidos
metálicos se aparece también lentamente. Una puerta se abre y un hombre con
pinta de genio despistado sale de ella:
-Doctor: Soy el Doctor, ¿Quién me ha llamado?
-H.G.: No, ¡él es el Doctor!
-Doc: Yo soy Doc, ¡Él es el Doctor!
-H.G (divisando una marabunta a lo lejos): ¡Maldición, los
Morlocks!
H.G. Se vuelve a sentar en su máquina, mueve una palanca y
empieza a desvanecerse. Doc se ríe, pero de repente ve una manada de humanos en
taparrabos perseguida por monos a caballo. Su sonrisa se borra.
-Doc: No son Morlocks. ¡Son simios! Dios mío, ¿qué he hecho?
Tengo que destruir esta máquina. Sólo nos ha traído desgracias.
Doc se sube al coche, que no arranca hasta la tercera,
acelera y desaparece tras un estallido sónico. Las hordas avanzan hacia
nuestros protagonistas.
-Doctor: Hola chicos. Me tomaría un café. ¿Sabéis algún
sitio donde pueda tomarme un buen Capuccino y tomar un baño caliente?
-Manolito: Tíos… ¡Corred!
Los tres chavales huyen despavoridos por los callejones, mientras
el Doctor se queda sólo y con aire confiado ante los simios, blandiendo un artilugio con forma de bolígrafo plateado. Su cara se oscurece al ver que no funciona, dando la batalla
por perdida y con el aire melancólico de quien echa de menos el arma que hubiera
sido definitiva en la victoria, espeta: “Wifi, mein herren, wifi”.
FIN.
Mr.X.
En Barcelona a 20 de septiembre del falso 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario