martes, 13 de noviembre de 2007

La conversación: parte I. by MrX&KITT


La Conversación: Parte I.

Rebasando la puerta del frío gabinete, como quien rebasa el umbral de la inocencia, adentrose Manolito en el despacho del, ya por entonces, eminente Dr. Dancausa.

-Manolito: ¿Da usted permiso, profe?

El sr. D está mirando por la ventana. El humo de su cigarro es parte de la silueta que dibuja el contraluz.

-Sr. D (se vuelve con aire despistado): ¡Hombre!, ¡Manolito! ¿Te he llamado yo?, ¿Que hora es? -mirando al vacío- ¿cuanto valdrá limpiar una mancha de café irlandés de la corbata en una tintorería?... ¡Siéntate!, ¡siéntate!, ¿que tal?, ¿como te va todo, Manolito?

-Manolito: Pues mal porque usted me ha suspendido.

-Sr. D.: ¡Pero Manolito, por supuesto!, ¡has sacado un 2!

-Manolito: Si, me ha puesto usted un 2 y mi madre me ha mandado a que le pregunte por qué me ha puesto un 2. ¿Por qué me ha puesto un 2?

-Sr. D.: Manolito hijo, te he puesto un 2 por tu bien. Has hecho un examen muy feo Manolito, lleno de tachones y de malas palabras.

-Manolito: ¡¿Pero que dice?!

El Sr. D busca el examen de Manolito entre los cientos de papeles que hay amontonados encima de su mesa mientras éste replica...

-Manolito: Pero los exámenes nunca son bonitos. ¿Está buscando mi examen?

-Sr. D: Si

-Manolito: Es que verá; en realidad... en realidad vengo porque... no sé por qué vengo.

-Sr. D, como quiera que no encuentra el examen, disimula y dice: Manolito, me parece que tienes un problema. Cuéntame que te pasa, Manolito.

-Manolito: No sé. Hoy estaba en el patio con mis amigos, los de siempre, pero me he dado cuenta de que nunca les he soportado. Sólo voy con ellos porque son más guays.

El sr. D. no entiende bien la palabra "guay", pero intuye que el niño tiene un problema con la "pandilla", algo que ver con la juventud.

-Sr. D: Bueno Manolito, tu eres un chico listo. Tienes aptitud en los estudios, atiendes en clase, levantas la mano...

-Manolito: ¡Pero si me ha puesto un 2!

-Sr. D despistando: Porque me has contestado mal a las preguntas. No es lo mismo actitud que aptitud, hijo.

-Manolito: Bueno, es igual. Mi madre me va a cascar igual. Lo que pasa con mis amigos, no sé… Eso de robar los almuerzos de los otros niños mola, pero cuando ellos lo hacen yo me meto siempre en el barullo para hacer bulto pero no les sigo. No me siento bien. Mi padre dice que si no lo hago seré siempre un pringao. ¿Usted cree que soy un pringao?

“Pringao”, otra palabra que retumba vacía de contenido en la cabeza del sr. D., el cual busca en su diccionario de sinónimos mental pero no encuentra el significado de tal vocablo. Sólo el derivado del verbo pringar y así reacciona:

-Sr. D: Pero Manolito, hijo, eso se arregla lavándose uno cada día. Lo que a ti te pasa es que eres buen niño, Manolito. Eres uno de esos jóvenes que están siempre pensando en las musarañas y jugando con chapas en el parque. Los niños que roban los almuerzos no son tus amigos.

-Manolito: Pero si son mis amigos porque, si ellos no son mis amigos, entonces mis amigos son los pringaos a quienes les robamos el bocata y yo no quiero ser un pringao.

Inmediatamente, el eminente Dancausa muda el gesto, llevándose las manos a la espalda y al contraluz de la ventana habla:

-Sr.D.: Te voy a contar una historia Manolito:

Cuando yo era pequeñito, mi tía Aurora que me quería mucho me decía: “Duarte, no seas malo con los otros niños o Dios te castigará” pero yo le decía, “tía Aurora, que sepa que cuando yo crezca ya no me podrá hacer nada porque seré mayor e independiente y piloto de fórmula 1”

Manolito: ¿y ella que le contestaba?

Sr.D.: Me decía que los niños no deben pensar en bigotes ni mucho menos pintárselos con los estanler o estadeler o como les llaméis ahora a los rotuladores, para que me entiendas y entonces me quitaba el rotulador y me daba una zurra en mis otrora pueriles y turgentes nalgas cuya silueta moldeaban aquellos pantaloncillos cortos. ¡Que zurriñas daba la tía Aurora….!

Manolito: Profe, ¿está usted delirando?, ¿Qué me quiere usted decir con eso?

Sr.D.: Nada hijo, pues que los niños no se tienen que preocupar con esas cosas. Cuando llegue el domingo te confiesas y en paz.

Manolito: Entonces… (interrumpido por D.)

Sr.D.: ¿Ya hacéis volteretas en clase de gimnasia?

Manolito: Si.

Sr.D.: Te voy a enseñar una que me pasas por debajo de las nalgas. Ven manolito, verás que divertido.

Manolito: Profe, usted me pide cosas muy raras.

Sr.D.: Te pido cosas que piden los profes a los niños, Manolito. Anda Manolito, que yo te cojo de la barriguita para que no te caigas.

Manolito: No gracias, me esperan mis amigos para ver el incendio de la fábrica de lanchas.

Sr.D.: Manolito hijo, siempre pensando en las musarañas. Anda hijo, márchate y no hagas tarde, pero vete mejor a estudiar que haces unos exámenes muy flaquitos.

Manolito ya abandona la sala aturdido sin comprender la conversación mantenida, a la vez que el eminentísimo Dancausa recula hacia la luz y al perderse la imagen apresurada del tierno infante entre las luces y sombras de corredores y claustros, un escalofrío recorre el cuerpo de nuestro emérito Duarte Dancausa, llevando a su boca la máxima expresión de su desazón y así espeta:

Sr.D.: ¡Mocasines!

(La puerta del despacho se cierra de portazo)

FIN.

Eduardo Insa

Iván Mardones.

Martes 13 de noviembre de 1987, Internationally written.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Kitt, estás bien?

Unknown dijo...

No, por?

Mr.X. dijo...

Por las noches Kitt ve a Dacasa. ¿he dicho Dacasa?, quería decir Dancausa.

tootels dijo...

emmm... estooo... loco me has!!!

Unknown dijo...

jajajaja, VIVA

Anónimo dijo...

joeeer..
En el fondo Dacausa es un filosofo incomprendido.
Diek

Mr.X. dijo...

Diek ha vuelto!

Bienvenido.