De vuelta a Madrid, devuelto a la vorágine de confusión que era mi vida anterior, la T4 del aeropuerto se me antoja un vaso de whisky puesto a mi disposición para que yo lo beba, con todo ese cristal y esos palitos amarillos que lleva. En pocas horas vuelvo a ponerme malo con la empachosa comida española y me voy adaptando de nuevo a la socarronería y al humorismo irónico de la picaresca nacional. Encaro el fin de semana como un torbellino que me arrastrará con tunantes de toda especie y calaña y que irá haciendo desvanecer mi esencia como la arena de un reloj diluida en los ríos de Whisky que fluyen hacía sumideros de perdición.
La noche es joven y la ciudad demasiado vieja como para no bebérsela de un trago.
Madrid, 18 de Baileys de 200L
The Dandy Warhols - Bohemian like you
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